EL DISCURSO DE FELIPE VI
48 horas después de la retransmisión urbi et orbi de su discurso, a través de la página de RTVE, hemos visto un rey más suelto y distendido que en ediciones pasadas, natural o casi, convencido, en apariencia de lo que decía.
Entre mucho relleno, destacamos el mensaje dirigido a las instituciones, incluida la monarquía: respetar y cumplir las leyes y ser ejemplo de integridad pública y moral.
Y ahora les transcribo la joya del discurso: debemos estar en el lugar que constitucionalmente nos corresponde.
Después, varias referencias a la Constitución, recordando que, merece respeto, reconocimiento y lealtad.
Efectivamente, el rey ha sido sensible a la deriva que está sufriendo el estado de derecho, la libertad y la dignidad de las personas y recuerda el poco aprecio que las instituciones están mostrando a tales valores, así como el ninguneo y desprecio que se está mostrando a la Constitución.
Ésta, en su Título Preliminar y capítulo primero, dice que España se constituye en un Estado social y de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico, la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
La libertad, es el primero de los valores que propugna la Constitución. Desde hace casi dos años, en España se plantea la disyuntiva falaz entre libertad y salud.
La libertad, señores, no se opone a la salud, antes al contrario, es el vehículo que lleva a ella, que lleva a todo lo que realmente vale la pena. En el nombre de la salud, a la población, se le ha negado el derecho a ella. El derecho a la salud consiste, en que cuando el individuo se siente enfermo y busca la asistencia a la que tiene derecho, se le preste con prontitud. El ejercicio sanitario no puede circunscribirse casi en exclusiva a hacer pruebas diagnósticas de un problema que no ha solicitado el paciente y a etiquetarlo de enfermo cuando él no se siente enfermo.
Pero antes de la Constitución de 1978, Cervantes ya lo formuló, cuando don Quijote se lo expuso a su escudero:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
Si hemos olvidado el principio de la Constitución que, con tanto esfuerzo, tiempo y fatigas nos dimos los Españoles, ¿adónde vamos como pueblo y como individuos? ¿Queremos ser rebaño, manada? ¿Lo somos ya?
El Morocho del Abasto
Ilustración de Carlos Rodríguez Casado para El Mundo.