NO ES NO O LOS JÓVENES EN MALLORCA.
Cuando se revelaron los primeros brotes epidemiológicos en nuestra geografía patria, tan maltratada la primera y denostada la segunda, allá por el mes de marzo de 2020, los jóvenes no existían. No entraban en ninguna estadística. Estos brotes fueron rápidamente recalificados y elevados a pandemia y comenzó lo que el maestro Juan Manuel de Prada llama, Plaga Coronavírica. Tampoco ahí existían los jóvenes; pero sí los ancianos aparcados o custodiados en los geriátricos. Un hombre de edad provecta, deambulando por la calle, era considerado el mayor de los peligros potenciales. Algunos, incluso eran injuriados desde los balcones, convertidos en verdaderas troneras desde las que los buenos ciudadanos asaeteaban a todo aquello que les producía miedo o envidia. Pero a los jóvenes no. Todavía no.
La Plaga Coronavírica fue a mayores, o al menos la interpretación y gestión que de ella se hacía; el pretexto adecuado para dejar de dar servicios a una ciudadanía que seguía pagando, esto es; el derecho a la asistencia sanitaria; nada que no se llamara Coronavirus existía como enfermedad; dejaron de existir las enfermedades crónicas y dependientes de tratamientos presenciales y también sus portadores que perecieron de a montón, quizás contabilizados bajo el manto numerario y estadístico del Covid, llamado 2019. Tampoco el resto de servicios públicos oficiales prestaba lo que su enunciado sugiere. Se inventó la atención telefónica, a la que, a toro pasando, que no pasado; ¡qué largo es el toro!, llamaremos simplemente telefónica porque bajo la denominación, en la praxis fue y es elidida; la atención queremos significar.
Y entramos en aquella época oscura y vergonzante de las medidas de guerra: toque de queda, cierre de negocios por mandato imperativa, sobre todo esos endemoniados de la hostelería… Cada nuevo edicto de los virreyes de los reinos de Taifas, especialmente el nuestro, no era para aliviar las restricciones quincenales, sino para endurecerlas. Los que querían y podían trabajar, no se les permitía. Se conculcaron y se destruyen a diario y de continuo derechos fundamentales e inalienables, según la Constitución tan pisoteada, como lo que ella predica. Tampoco en todo este tiempo oscuro, del cual apenas asomada la cabeza ya nos quieren regresar, contaban los jóvenes. La estadística, hecha a semejanza de esos metales dúctiles y maleables, no los recogía. Quizás, secretamente, ya se pensaba en ellos, por ello esa ignominia del toque de queda. ¿Quiénes sino, pueden transitar a diario, aunque debiera decirse “a nochario” las horas que van desde el ocaso al crepúsculo; la hora lobicán o lubrican en la que es difícil discernir, según los ancestros, entre perro y lobo?
La Plaga Coronavírica es por extensión la obra cumbre del Esperpento, ni siquiera imaginado por su creador literario, el señor Valle-Inclán, don José María. Y debe ese grado supino de lo esperpéntico a lo caprichoso del virus que lo sustenta y en cuyo nombre o por su invocación se actúa. Vamos con una pequeña nómina de ellos:
1. Se suspenden sanfermines, fallas, carnavales, sanjuanadas… No vamos a decir que no sean bienintencionadas estas prohibiciones, pero vaya, se permite y se jalea el Día del Orgullo.
2. Se prohíben y reprimen otras fiestas, digamos populares, pero se fomentan las fiestas ideológicas de los partidos en el poder.
3. El virus, caprichoso porque sí, actúa entre las horas lobicán, pero no en las horas punta en los metros y autobuses abarrotados.
4. El virus ataca y cómo, en el barecito do una familia se gana la vida honradamente, pero no en las grandes superficies. También es muy dañino en cines y teatros, incluso en los mercadillos semanales al aire libre.
5. El Córvido, llamado 2019, es altamente benigno en los platós de televisión; en todos. En los programas de promiscuidad evidente, donde sus estrellas se abrazan, mientras un cartelito deslizante justifica que todos los intervinientes se someten, constantemente, a pruebas diagnósticas y gozan/sufren de todas las medidas de seguridad, a las que el ciudadano anónimo, aun el que pudiere permitírselo y pagar de su pecunio, no le está autorizado esgrimir.
Sexta y última, para no fatigar al eventual lector. Los jóvenes han tenido un curso académico presencial, no así en la mayoría de las universidades. Dicha presencialidad, a juicio de este escribidor es muy encomiable y ha sido llevada al parecer con ejemplaridad sin cuanto apenas incidencias, por el esfuerzo, se dice, de la comunidad escolar, en la cual, creemos están incluidos los jóvenes alumnos. Bien, algunos de estos alumnos, seguramente harían pellas, novillos, fuchina, como se dice en nuestra comarca. Y algunos de ellos, el número no importa, pues según quien maneje la estadística, a veces la minoría es significativa y otras despreciable, fumaría cigarrillos liados y se los pasarían entre sí, labio a labio. Otros, tal vez sin practicar el absentismo escolar, sí que lo harían en las ruedas de fumata de la paz.
Qué se yo, cuando las normas se perciben arbitrarias, el ánimo de transgresión brota con fuerza y las barreras se burlan; la ocasión se busca y se encuentra. El que no se reúne por la noche, lo hace por el día. Los jóvenes tienen un potencial de interactuación que hemos olvidado con el paso de los años y dejando enterrado el niño que fuimos.
Resumiendo, el Córvido, llamado, como antes se ha dicho, 2019 h sido tan discreto y cívico, que se ha mantenido silente, opaco, invisible, indetectable, durante tantos meses y ha hecho su reaparición estelar tras los fastos de Mallorca. Al día siguiente; estaba impaciente.
Pues bien, amables lectores, este escrito termina como empezó, con esta sentencia tan en boga:
¡No, es no!
El Morocho del Abasto.