CUENTOS ARQUITECTóNICOS.
La lotería, nunca nombre fue más acertado, es una lotería. Pasa una vez en la vida, dicen, aunque añado; a quien le pasa. ¡Nunca he conocido a nadie que le tocara! Un premio menor sí, pero uno grande, uno de verdad; jamás.
Veo todas las ediciones, mas nunca he conocido a nadie que corriera el Tour de Francia. Esos caballeros andantes sobre sus monturas ligeras que se asoman a la 42 pulgadas; parece una ironía seguir llamándola pequeña pantalla. No, nunca he conocido a ninguno.
Tengo una razonablemente bien surtida biblioteca. Me digo lector, aunque no haya leído siquiera la mitad de esos volúmenes. Los tengo allí en situación de proximidad; por si me da por leerlos. Algunos de autores muertos, los más quizás; otros de heroicos supervivientes, pero entre éstos, tampoco he conocido a ninguno. No nunca he conocido a nadie que publicara un libro.
Parece ser que ninguno de estos triunfadores habita en mi barrio. Yo así los veo: triunfadores. Aunque lloren como los demás. Aunque tengan que soportar los primeros, a familiares, arribistas, y nuevos amigos proponiendo fastuosos negocios donde invertir su recién logrado capital. Aunque tengan los segundos que atacar en los puertos más terribles cuando más duelen las piernas. Aunque sufran los terceros cuando el librero retira del escaparate su obra porque, pasado el tiempo, no se vende.
Si he evocado estas tres categorías es, de ello estoy seguro, por la razón de que es lo que me hubiera gustado ser: agraciado por la lotería, ciclista de élite o autor de libros. No piensen que son éstas vocaciones de siempre; aspiraciones desde niño. ¡No! Un servidor, de chaval, no sabía lo que quería ser; tampoco de joven, ni de adulto temprano. Son vocaciones de plena madurez. Por lo tanto bien razonadas. Aunque quiméricas, tal vez. Veamos.
La primera, harto improbable, guarda sin embargo un atisbo de posibilidad. Sobre todo si comprara boletos.
La segunda, totalmente imposible, no ya por edad, aunque también, sino por falta de condición y de capacidad de sufrimiento.
La tercera, acordándole el beneficio de la posibilidad, tiene su complejidad. Cumplida la condición previa, esto es; escribir. Haber escrito una serie de textos con identidad suficiente para confeccionar un libro. La segunda condición, aquí viene la complejidad, sería haber trabado conocimiento de algún editor. ¿Realidad o ficción? ¿Existen los editores? ¿Alguien ha conocido alguna vez alguno? Suponiendo haber ganado ese premio, tan esquivo como el gordo de la lotería, esto es; tener acceso a un editor, habría de producirse otra condición, comparable a ganar un Tour de Francia: conseguir que el texto que con tanta entrega y dolor has parido, sea aceptado.
Estoy razonablemente contento; finalmente he conocido a alguien que va a publicar un libro. Ha ganado los tres premios que encierran la tercera categoría. Y aún tiene que seguir trabajando. Lleva ya dos meses entre correcciones; proponer y supervisar portadas; presentar grabados, sí, porque va a ser un libro con dibujos; coordinar con la coordinadora de la editorial… El libro saldrá en otoño, cabe pensar. Su título será, bueno es: Cuentos Arquitectónicos. Su autor, un tal Manuel Salvador. La editorial, portuguesa, con filial en España: Editorial Chiado.
He conocido a ese autor, ese hombre que siempre va conmigo, pero ¿se conoce uno a sí mismo alguna vez?
El Morocho del Abasto
Bueno, bueno. Qué gran noticia. Enhorabuena. Conozco a un primo hermano de los Herrada (de Mota del Cuervo ellos, corredores ambos del Movistar y que han corrido el Tour) y ahora voy a conocer a un escritor que publica. Me siento afortunado. Voy a ver lo de la lotería. E informa cuando salga tu libro, por favor.
Gracias por el comentario. Mantendré informado conforme sepa cosas y fechas.
Reitere la meua enhorabona Manol. Seguiré les evolucions dels teus treballs literaris. Som molts els escriptors anònims que no donem l´ important pas de llençar-nos a la sorra pública.
Manolo, buen amigo, espero ampliar la también, creo, bien surtida biblioteca, con «esos cuentos» que seguro seguirán estimulando nuestra común afición por la lectura.
En la oficina en la que trabajo tocó hace algunos años la lotería. Entre aproximadamente treinta afortunados se repartieron algo más de cuatro millones de euros. El resto no jugábamos ese número.
Segundo premio del Sorteo de Navidad.
Y por supuesto, habiendo pasado por una facultad, conozco autores que han publicado y todavía viven, verdaderas eminencias en sus respectivos campos de investigación. Otros, desgraciadamente, ya nos dejaron.
A ti lo que te tocaba para que yo completase mi tríada era ponerte las mallas y salir pedaleando, amigo. De élite quizá no, pero ciclista sí. Eso aún está a tu alcance.
Un abrazo.
Gracias amigo. Soy ciclista aunque moderado. Ahora que ya he abandonado las mieles del anonimato, que tan celosamente he guardado durante décadas, quizás ahora, me atreva a publicar en mi canal de Youtube, Entonoquedo, alguna de las salidas ciclistas. No sé, me lo pensaré. Un saludo.