CAIDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA.

CAIDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA.

 

IGLESIA-NAVARRETE-DEL-RIOEn la mente preclara y siempre prudente del general Franco, la nueva España nacía tras ganar la guerra sobre los enemigos internos de la Patria. El llamado día de la Victoria fue el comienzo de este nuevo orden. Esta victoria había sido muy cara en sufrimientos y en coste de vidas humanas. Procedía rendir públicos homenajes a todos los caídos en la “Heroica Cruzada”. Había que averiguar sus nombres y esculpirlos en placas alrededor de una cruz y bajo el lema, Caídos por Dios y por España. Dichas placas lucirían en las fachadas de las iglesias de cada lugar en sitio destacado para que todos pudieran verlas, leerlas y saberlas. Naturalmente, los muertos de los vencidos no tuvieron esa oportunidad. Surgía así con fuerza lo que el profesor Francisco Sevillano-Calero de la Universidad de Alicante enuncia, el culto a la muerte en la fundación de la Dictadura Franquista.

Con frecuencia estas nóminas de personas que perdieron la vida en los años de contienda, en el frente y en la retaguardia, venían encabezadas por clérigos asesinados por el simple hecho de serlo. Sin embargo, la Iglesia, a la que siempre se ha tildado de colaboracionista con el nuevo régimen, en verdad, en muchas ocasiones fue muy crítica y, a veces censurada, por no compartir este culto desmedido a la muerte.

En cualquier caso, estas placas han lucido durante decenios en lugar preminente de las fachadas de las iglesias, pero al igual que su instigador, el general Franco, tras su muerte y tras la modélica transición, ahora tan irracionalmente puesta en entredicho, fueron perdiendo lustre pues el paso del tiempo ayudado por la intemperie fue deslavazando esta labra, haciendo ilegibles en gran parte los nombres, la imagen de la cruz, incluso la placa misma, mimetizada y engullida entre restos de revocos y costra de abandono. Del mismo modo la población española, salvo añorantes, se fue olvidando de aquellos tiempos pretéritos, ya tan lejanos; no quiso ajustes de cuentas y prefirió mirar hacia adelante.

Así, con el paso del tiempo y los nuevos retos que exigían las novedosas formas de convivencia, Franco y toda su obra dejaron de estar presentes entre las inquietudes de los españoles, se acuñaron nuevas monedas con la efigie de un joven rey que ya no lo era por la Gracia de Dios sino por la Restauración de la Monarquía. Tan sólo cada 20 de noviembre, algunos nostálgicos, cada vez menos, se daban cita en el Valle de los Caídos.

Y en eso, parafraseando a Carlos Puebla, llegó Zapatero, don José Luis. Ese hombre que parecía querer contentar a todos, misión imposible, fue un presidente, activista pro los llamados derechos sociales, trajo leyes de gran impacto y mayor polémica. Destacamos la Ley de Matrimonio Homosexual y la Ley de Memoria Histórica. Con formas suaves y piel de cordero rescató lo que parecía imposible, olvidado, muerto, periclitado, esto es; el germen de las dos Españas. Si se quiere crear enfrentamiento, rescátese del olvido, lo que causa dolor. Agítelo, airéelo, espárzalo.

Parece de sentido común, que la Ley de Memoria Histórica, todavía vigente a fecha en que se redacta este escrito, hasta que llegue y la sustituya la llamada Ley de Memoria Democrática, que será más agresiva, contemple la posibilidad, a los que no la tuvieron en tiempos pretéritos, de localizar a sus parientes difuntos en la lejana contienda y aún en los años de postguerra. A quien así lo solicite, naturalmente. A sus restos se les podrá dar digna sepultura, se les podrá honrar, incluso homenajear, si así se desea. Sus nombres, incluso podrán figurar en listados para la memoria.

Ahora bien, todo nuevo derecho debiera ser para sumar; no para sustituir, esto es; no es digno homenajear a unos a costa de borrar a otros.

La citada Ley de Memoria Histórica, entre otros postulados, exhorta a retirar símbolos franquistas de los edificios y espacios públicos. Una interpretación libérrima de lo anterior, lleva a retirar las placas de los Caídos de las iglesias y otros lugares públicos, interpretando el todo de su contenido como símbolo franquista.

Analicemos el contenido estándar de las mismas; 1, el lema, Caídos por Dios y por España; 2, una cruz; 3, una nómina o lista de nombres. A fuer de ser escrupulosos, el símbolo de exaltación del levantamiento militar, sería exclusivamente el lema: Caídos por Dios y por España, pues la Cruz es un símbolo propio de las iglesias. Y los caídos, ya no son un símbolo; son personas muertas en combate o asesinadas.

El profesor Francisco Sevillano-Calero de la Universidad de Alicante en su ensayo titulado, Caídos por Dios y por España. El Culto a la Muerte en la Fundación de la Dictadura Franquista, escribe:

El recuerdo de los «caídos», que evocó el rito de culto a las víctimas enterradas en la fosa del paraje del arroyo de San José, en Paracuellos, muestra que la acción de recordar produce la memoria mediante la percepción del pasado como duración vivida ininterrumpidamente en el presente. La vivencia de la memoria renueva y localiza un acontecimiento como portador y símbolo de ciertas significaciones para la identidad de la comunidad en el presente. Esta dimensión identitaria de la memoria produce procesos de integración y de desintegración políticas al agrupar a los hombres como amigos y enemigos.

Pues bien, a modo de conclusión, tras ochenta años, según parece, estamos de nuevo en lo mismo.

PORTADA-CON-PLACA

PORTADA-SIN-PLACAEl Morocho del Abasto.

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