Almudena GRANDES.
Conocí a Almudena Grandes como polemista. Fue en un delicioso programa, en un tiempo también delicioso en el que Julia Otero gobernaba un tiempo de radio, de 4 a 8 de la tarde, que culminaba con un espacio de debate y tertulia, de esgrima dialéctica y de batalla verbal que ella titulaba, el Gabinete. Hablamos de finales del siglo y milenio pasados, un espacio salvaje, nada que ver con el educado y casi políticamente correcto de ahora cuando retomó el programa a partir de 2007.
Y me gustó aquella Almudena Grandes. Me gustó su verbo y sus argumentos. No los compartía, tal vez, pero me encantaba su forma de defenderlos. Tenía y ha mantenido una voz aguardentosa, con altibajos en su expresión que fluctúa del tempo pausado, de dicción casi perfecta a una carrerilla de voz beoda que quiere mantener su sobriedad.
Escribió Borges en su poema, ¿Dónde se habrán ido? que,” no hay cosa como la muerte / para mejorar la gente”. No está este escribidor aquejado de esa debilidad; sí de muchas otras, pero lo escrito hasta ahora lo he pensado siempre y lo que sigue también. La muerte de Almudena, acontecida ayer viernes, no me congracia con su literatura.
Me acerqué a ella con mucho entusiasmo. Su primera novela, Las Edades de Lulú, premio de un desaparecido certamen literario erótico, la sonrisa vertical, me atrajo, con el poder de su título, pero me deprimió como lectura; me pareció horrorosa. Dejé correr el tiempo experimentando una sensación pareja a la de una mala experiencia con un alimento; la sola idea de su evocación produce un miedo atroz ante la idea de volver a tomarlo.
Volviendo a Borges, “Pero el tiempo, que no ceja, / todas las cosas mancilla”. Así, dominé mi animadversión y probé con otro título, que me fascinó, de nuevo, con el arrebato de su título, Malena es un nombre de Tango. Volvió la indigestión, no pude terminarlo; la concedí más, bastante más de las 50 páginas de cortesía.
Tiene más novelas, acaso 8 y 5 libros o entregas bajo la etiqueta de Episodios de una Guerra Interminable. Quizás alguno, me podría entusiasmar, pero, de momento seguimos gestionando la intolerancia alimenticia.
Hoy le han rendido tributo en la televisión pública con la adaptación cinematográfica de Almudena es un nombre de Tango, protagonizada con gran solvencia por Ariadna Gil. Mucho más amena que la novela. Claro, en su lectura no tuve la paciencia de llegar a las escenas eróticas. Tras la película, una suerte de documental, narrado y seguramente escrito por ella, sobre su relación con Madrid, su Madrid y su amor de verano: Cádiz y Rota. Maravilloso documental, maravilloso guión y maravillosa narración.
¿Será que me gusta su voz y en sus novelas no la oigo?
El Morocho del Abasto