LOS REYES MAGOS

LOS REYES MAGOS.

LA-ESTRELLACuando éramos niños, qué tiempos aquellos, nuestra posición con el mito de los Magos de Oriente, pasaba por cuatro etapas.

La primera de creencia y fe ciega, la segunda de sospecha, la tercera de saber, pero querer seguir creyendo y la cuarta ya de descreídos y adultos en ciernes con la que inauguramos el viaje hacia nuestra decadencia; el niño despide al niño y abraza al adulto.

Todo, en el mundo del niño pasa muy rápido, aunque él crea que es la misma eternidad. Por ello posponer para el año siguiente lo que corresponde al presente es un error del individuo que lo aplaza motu proprio y una perversión cuando es impuesta.

Cancelar la cabalgata de Reyes sin remordimientos, es la prueba de que el niño que fuimos, lo hemos enterrado. El año que viene habrá otra, dirán algunos. El año que viene, el niño habrá pasado de fase, el abuelito que siempre lo acompañaba, quizás ya no pueda hacerlo porque habrá caído, por no haber sido atendido de su mal crónico, pero llevadero, en nombre de lo que tan de moda está.

A los políticos profesionales, a los vocacionales, a los arribistas, a los de todo pelaje, habría que explicarles que ellos, de alguna manera tibia, dan la cara, es decir; en el caso de la famosa cancelación, sabemos quién lo ha hecho. Ahora bien, se escudan en una entelequia; les autoritats sanitàries. Sería fantàstic, tot un simptoma de humanitat, cantaba Serrat, que se identificara a esas autoridades sanitarias, que supiéramos que existen, quienes son, en definitiva; que fueran reconocibles y pudiéramos saludarlas por su nombre, caso de verlas por la calle.

Es evidente que, en tiempos convulsos, como los presentes, de enfrentamiento de la sociedad de los unos por los otros por temas que deciden unas autoridades, ajenas a nosotros, que no nos conocen de nada, que se arroban la arrogancia de decidir lo que es bueno para nosotros, de café para todos, tanto mantener la cabalgata, como prohibirla, habría acarreado críticas. Dicho de otra manera, de las críticas no se habrían librado. Por lo tanto, la sugerencia, casi el ruego de este escribidor, sería que si quieren tomar alguna decisión, que sea al menos la que menos dolor produzca.

Con un poco de voluntad, se podría encontrar otros métodos que no fueran: prohibir, multar y obligar. Quizás incluso dejar vivir, trabajar y amar.

El Morocho del Abasto.

 

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