Adolfo Suarez González. El Hombre. De la transición democrática al matrimonio homosexual

Adolfo  Suarez  González. El Hombre

De la transición democrática al matrimonio homosexual

Cebreros (Ávila) 25/09/1932 – Madrid  23/03/2014  

 

adolfo-suarez-webAdolfo Suarez González, ese hombre elegante, buena planta, trajes impecables, incansable fumador de Ducados, sí el tabaco negro de toda la vida, (aún no había salido esa porquería del Ducados rubio), fue presidente del gobierno de España entre 1976 y 1981. Capitaneó junto a su Majestad el Rey la transición española y seguramente la diseñó. Esos dos jóvenes habían llegado a lo más alto por azares del destino; el más alto por linaje pero con la benevolencia del viejo pescador de salmónidos y el segundo por azares que desconozco, aunque invitado por el rey a ser el artífice.

Puedo imaginar a esos dos jóvenes de porte Adolfo-El-Rey-webserio y con gran vocación de servicio a España, en tímidas reuniones, en las que sin ningún referente tuvieron que echar mano de imaginación y torería. Imaginación para vislumbrar y construir  el futuro inmediato  y  torería para lidiar con astados de muchos años, tupidas sotanas y muchas medallas.

Sin aspavientos y sin perder la compostura se crearon con la concurrencia de otros las bases para el nuevo sistema democrático, edificio que renace de la rehabilitación del vetusto caserón de fríos y de aullidos. Ese edificio que en palabras de Suarez precisa y a ellos como gobierno se les exige el cambio de tuberías sin dejar de servir agua; el cambio del cableado sin dejar de dar luz y el cambio de muros y tejados sin dejar que el frio y la lluvia penetren.

No sé si previó que su tiempo era limitado, pero sí que lo entendió cuando el plazo fue cumplido. Comprendiendo que el partido que el formó con la concurrencia de primeros espadas de la política fue una unión de circunstancias, para lograr un objetivo pero falto de militantes de bases, comprobó que había perdido la autoridad sobre los suyos, así que dimitió de la presidencia del gobierno y de la presidencia del partido.

Dos meses después siendo aún presidente en funciones sobrevino el intento de golpe de estado en el que ni aún los disparos de los guardias civiles intrusos consiguieron que se echara al suelo manteniéndose erguido mientras que su jefe del ejército Gutiérrez Mellado forcejeaba con los guardias civiles. Más tarde declaró que comprendía a los demás que se echaran al suelo, pero que él era el presidente del gobierno y no procedía.

Aún volvió a la primera línea de la política fundando el Centro Democrático y Social el (CDS). Salió elegido diputado pero los resultados electorales fueron muy pobres. Comprendió finalmente que gozaba del afecto de la gente pero que ya no le querían para gobernante. Su tiempo había pasado. El pueblo español se hizo más audaz y tras un recorrido por un centro ambiguo pero apaciguador quiso dar un giro a la izquierda.

Hay que tener en cuenta la oposición feroz que ejerció Felipe González contra Suarez en su última época de mandato. La oposición fue cruel pero argumentada. Felipe González les acusaba de haberlo hecho mal y a renglón seguido argumentaba porque lo habían hecho mal.

Concluido su periplo político, ya nada lo hizo volver. Comenzó el tiempo que algunos acuñaron como la maldición de los Suarez. Su esposa contrajo cáncer y a partir de ese momento toda su ocupación fue esa: estar junto a ella. Una de sus hijas también lo contrajo. Ambas, madre e hija murieron. La fatalidad quiso que aún otra de sus hijas lo contrajera; esta última sin embargo ha salido con bien. Es muy probable que tanto dolor a su alrededor contribuyera a la aparición de la enfermedad neurodegenerativa, pero esto último no es sino una opinión; carece de rigor científico.

Se dice que entre los logros más audaces, consensuado con el Rey, fue la legalización del partido comunista.

¿Adivinaría él que el tiempo y la obcecación de sus militantes de permanecer en la caverna, acabarían por hacerlo caduco?

Muchos años más tarde cuando Zapatero  promovió y aprobó el matrimonio homosexual, ¿pensó acaso aquello de: déjalos que se casen si quieren, allá ellos?

 Sin acritud

Manuel de Français

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