BURJASSOT LLIBRES.
Cuando casi se acaba Burjassot, lo dice alguien que viene desde Godella, situando nuestra espalda sobre la que fuera puerta del Viejo Mercado de Burjassot a la calle de Jorge Juan, ahora enrejado cerrado, enfrente, se abre la calle del Mestre Ferrando Martín. Ésta, tras transitar unos metros en llano, comienza un descenso casi vertiginoso hasta el emplazamiento de los barracones del mercado actual.
Dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda. Suerte tenía el arriero que en Chile le aguardaba una chilena y de este lado una cuyana. En nuestro caso, del lado alto, queda la tradición, el edificio, el cobertizo; la pequeña joya arquitectónica y del otro lado la nada. Y las viandas. También el Centro de Salud.
Un servidor acostumbra ir con su bicicleta modelo comprilla de los sábados, la que lleva una cestilla atada. Al llegar al antiguo Mercado, paradoja curiosa, ya ha hecho la comprilla. Se deja caer por la pendiente para encontrarse con un viejo amigo que monta mercadito los sábados en el lugar robado al antiguo campo de futbol de La Granja, sino… a buena hora, se le podría localizar por allí.
Y al llegar al segundo cruce, en el delirante descenso, hala; sin previo aviso, una librería superviviente. después de 19-20 años en el mismo emplazamiento, me comenta Rafa, su regente. Antes estuvo en otro sitio, compartiendo el uso de papelería.
La conversación se estableció poco a poco; no fue un flechazo. Le visité varias veces, siempre en sábado. Su hermana Tere añadía una nota de entusiasmo. Llegué a mostrarme pesimista; creí que no lo traería, pero a la cuarta semana, mi libro cuentos Arquitectónicos, llegó.
El local, sin ser grande es espacioso, bien ventilado e iluminado vuelca a dos calles: a la de Mariana Pineda de la que toma la razón social y a la del mentado Mestre Ferrando Martín. No hay apelotonamiento, luego los volúmenes reposan con dignidad exponiendo sus lomos a las miradas concupiscentes de los eventuales lectores.
Tras la amplia vidriera, sobre el estante preciso, custodiado entre superventas del momento, agradece con respeto la estimulante proximidad de una primera antología en valencià del poeta pastor.
Sí, mi libro Cuentos Arquitectónicos queda en buena compañía.
El Morocho del Abasto