GEORGIE DANN CASATCHOCK
Así lo conocimos en la televisión, caja de sorpresas, siempre entrañable, de los setenta. El éxito, según me documento es del año sesenta y nueve. Luego vinieron muchos más. Siempre alegres, festivos, veraniegos, con ritmo; estribillos pegadizos y buen cuerpo de baile; el de las gogós que lo acompañaban. Leo que se casó con una de ellas.
Alguien no tardó en acuñar el término, canción del verano, género o subgénero, según opiniones, que pareció creado para él. Quizás él mismo lo creó. El caso es que cada verano se asomaba con su propuesta festiva para regocijo y oportunidad de todas las orquestillas de verbena. De este modo conocimos el Bimbó; el Kumbo; Carnaval, carnaval; Macumba; mi Cafetal; El negro no puede; el Chiringuito; la Barbacoa… como me gusta la barbecue. Las décadas de los 70, 80 y 90 fueron las de su reinado veraniego.
Llegó el nuevo milenio y con él nuevos gustos. Georgie Dann ya cuanto apenas aparecía, pero se seguía hablando del rey de la canción del verano, a pesar de los King África, Misiego y demás postulantes a suceder al que marcó un camino, sencillo en apariencia, pero difícil de transitar.
En cuanto a sus coreografías, después de Castchock, que fue avis rara, pues aún no había encontrado su camino, el resto diríamos que una cosa es lo que hacen las bailarinas que le acompañan, otra lo que hace él, que es siempre lo mismo con ligerísimas variantes; andar sobre el escenario como quien trastabilla continuamente, rompiendo la monotonía con algún volantín o media vuelta y, de vez en cuando maniobra de brazos como una rémora del primer Casatchock.
Georges Mayer Dahan nació en Paris en una familia de músicos. Estudió en el conservatorio, se hizo maestro y cuentan que cuando no hacía cabriolas en las salas de fiestas televisivas, se le podía ver en pequeños clubs de Jazz parisinos tocando el saxofón.
Ya no salía en las televisiones, pero seguía en el subconsciente colectivo como si nunca se hubiera ido. Ahora se ha ido, pero algunos no nos lo creemos.
Porque la gente vive criticando
Me paso la vida sin pensar en na.
Pero no estás viendo que yo soy el hombre
Que tengo un hermoso y lindo cafetal.
Deja, mulata, que digan los demás
Que siempre habla el que tiene que callar
Yo tengo mi cafetal y tú ya no tienes na.
Pero la vida te puede demostrar
Que mi cariño es sincero y de verdad.
Georges Mayer Dahan. (Paris 1940 – Madrid 2021)
El Morocho del Abasto