LA MANSEDUMBRE.
La verdad es que somos mansos. Nos dan un toque de queda de tiempos de guerra: prohibido salir más allá de la medianoche y lo cumplimos. Nadie se revuelve. No se comparte la medida arbitraria, pero se acata. Pero los buenos ciudadanos, los policías de balcón y visillo quieren más. Remueven, instigan y piden, patalean. Los reyezuelos de los Reinos de Taifas periféricos se hacen eco y aprietan más. Cada uno a su estilo, claro. Cada uno dejando su impronta. El nuestro reduce el toque de queda a las 23 horas. Todos acatamos. Nadie protesta.
Los teatros, los que se atreven aún a programar adelantan sus funciones a las ocho de la tarde. Es invierno y es de noche, menos mal. Los espectadores están esponjados; uno sí, otro no. Aforo limitado al 70, al 50 o al 30 por ciento, según la autoridad invente o esté de humor. El espectador, los espectadores con máscaras de carnaval, respirando con dificultad, pero aún agradecidos a que les permitan este esparcimiento controlado. Los actores actúan, los empresarios abren. Quizás ni los unos ni los otros ganen, pero al menos tendrán para pagar una parte de sus impuestos. Éstos no se han reducido al 70, al 50 o al 30%.
¿Vamos a cenar tras la función, cariño? —Sí sí, sí, pero démonos prisa, que ya son las 22horas.
—Lo siento, señores; no tengo mesa disponible. ¿Si quieren una fuera?
—No Pepito, ya sabes que soy friolera; no lo voy a disfrutar. Caminemos por Valencia, como cuando éramos juveniles.
Todo el mundo se apresura; más que paseo es una carrera.
—Las 22,59; ya estamos en nuestro zaguán querida. Por los pelos.
Debido a la incidencia de los contagios, la municipalidad, sempiterna centinela de la seguridad de los ciudadanos, para protegerlos, suspende cautelarmente la actividad de los mercaditos semanales en la calle. Es la actividad comercial más segura, pero nos da igual; es por vuestra seguridad.
En cuanto a los bares y restaurantes con opción a terraza, en prueba de bondad y como excusa para poder seguir cobrando el impuesto de ocupación de vía pública, les vamos a permitir seguir montando las mismas mesas, pero esponjándolas, para lo cual les permitiremos hacer, lo que hasta ahora sólo podían hacer los falleros, esto es; ocupar la calzada, secuestrando plazas de aparcamiento por el bien de todos. Aquellos que no tengan opción a terraza, da igual; tampoco les vamos a dejar que atiendan en barra, pero no les vamos a cerrar el negocio. El que lo haga, será porque no es solidario y no entiende el sacrificio que todos hacemos.
Los locales de ocio nocturno, en prueba de nuestra infinita misericordia podrán abrir durante el día y servir little cups of café con leche with fantastic croissants. De este modo, los jóvenes noctámbulos no tendrán locales a su disposición en los que disfrutar con garantías. Así, montarán sus botellones nocturnos y podremos cargar en contra de esta juventud irresponsable que sólo piensa en sí misma.
En justa reciprocidad y para evitar males mayores, la atención primaria será telefónica. La ciudadanía ya es madura y sabe expresar con precisión sus síntomas y ante dudas puntuales que pudiera haber, a saber; testículos inflamados, siempre podrán enviar un reportaje fotográfico de los mismos. Para eso está la tecnología ¿no? No todo va a ser chatear con los amigos.
Se perseguirán especialmente los besos, los abrazos y aún las relaciones sexuales, incluso entre convivientes. La Iglesia ha levantado mucho el pie y ha de ser la sociedad civil la que vele contra tales excesos.
Noticia de última hora: Más de 3000 camioneros patrios han sido distinguidos en la frontera franco británica con pruebas PCR gratuitas. No se lo creerán, pero algunos incluso protestan, total por llegar unos días tarde a sus hogares. Oigan; todos los años hay Navidad. País de ingratos.