LA CHABACANA CEREMONIA INAUGURAL DE LOS JUEGOS LLAMADOS OLÍMPICOS DE PARIS 2024.

            Nuestro maltratado, pero todavía vigente diccionario de la lengua española, establece los siguientes sinónimos para el adjetivo chabacano, a saber; grosero, vulgar, basto, ordinario, tosco, burdo, zafio, soez, chocarrero, entre otros. Como antónimos, estos dos: fino, delicado. Así pensábamos y no de otra manera que habría de ser un espectáculo de Paris para el mundo: fino y delicado. Paris sera toujours Paris, postulaba en su cancioncilla Maurice Chevalier. Pero no, no es esa la imagen que han dado los organizadores bajo la impasible mirada de sus gobernantes, empleados todos ellos de las élites parasitarias mundiales. Esas que compran estados y arruinan vidas sin pestañear. Nos referimos al NOM, acrónimo de Nuevo Orden Mundial, ideólogos de la pérfida Agenda 2030 que preconiza como postulado máximo, no tendrás nada y serás feliz.

            Si alguien sin la suficiente edad ni oportunidad de haber conocido Paris en sus años de esplendor, que han sido muchos, sin embargo, hubiera oído hablar del mito del glamour parisino, sin duda tras este vergonzante espectáculo, el mito le habrá caído a los pies. Lo único que, de alguna manera, se podría entender que ha redimido del bochorno ha sido lo perenne, lo inmanente, lo que nada tiene que ver con los zangolotinos ideólogos de la supurante representación. El Sena, sus puentes y toda su imponente fachada fluvial. En la Rive Gauche, en la  Rive Droîte, en la isla de San Luis, en el ábside maravilloso de una convaleciente Nôtre Dame. En todo lo que los siglos han dejado del buen hacer de unos hombres, venidos de todas partes. Pues Paris ha sido siempre lugar de acogida para todo aquél que tuviera ideas que aportar; se ha ido configurando, por estratos en una capital del mundo multicolor, de todas las razas, de todas las etnias, de todas las orientaciones, de todos los credos que se ha ido constituyendo de un modo natural.

            Por ello, si lo étnico, lo diferente, lo original, lo oriental y lo occidental; lo blanco y lo negro, pasando por todos los matices; lo masculino y lo femenino, el tomador y el dador en materia sexual, ya estaban presentes, ¿ por qué promocionar lo étnico frente a lo autóctono, a la mujer frente al hombre?  Y, en este caso ¿a las de aficiones lésbicas frente a las amantes de hombres? Y aún más, primar al hombre travestido de mujer sobre la misma mujer; al bujarrón frente al que ama naturalmente las mujeres; al que viene de fuera frente al que está tras muchas generaciones. Hemos registrado ante el mundo entero, el suicidio de Francia, reza el titular de un Diario español que antepone a esta palabra OK. Y este escribidor añade, de occidente.

            El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda. El que tenga ojos para ver que mire y vea. Estas citas vienen a significar que, con el uso atento de estos dos sentidos, se percibe que, en estos años de ejecución de los postulados de la terrible Agenda, la única religión que es atacada y ridiculizada, es la que habla del amor al prójimo y del perdón. Así, no se tiene escozor alguno en burlarse de los hitos y los símbolos más reconocibles de la religión católica, como y este es el caso, de la Última Cena. El papa Francisco, indigno ocupante del sillón de san Pedro, el primero woke LGTB-amateur, en verdad hereje vendido al NOM, ¿se ha pronunciado ya sobre la blasfemia?

            Más allá de lo simbólico y los guiños a lo satánico, cuando no, verdaderos aquelarres, la coreografía musical central resultó soez y pesada por la minutada de duración. ¿qué había en ella de identitaria con lo francés?

            Condenamos desde estas líneas la ideología e intenciones perversas de sus ideólogos, no así a los participantes. Las barcazas discurriendo por el Sena repletas de ilusionados e ilusionantes atletas fueron lo mejor. También se alcanzó una cierta elegancia en el ceremonial de la antorcha desde que la empuño Zinedine Zidane y sus siguientes relevistas, entre ellos el complaciente Nadal, hasta encender el pebetero-globo-aerostático que se quedó levitando en la anochecida del cielo parisino.

            Sin haber visto la ceremonia en su totalidad, lo único que nos pareció genuinamente francés fue el número final, l’Hymne à l’Amour de la inolvidable Édith Piaf, interpretada para la ocasión por la nacida canadiense, Céline Dion.

            En efecto, hemos registrado para el mundo el suicidio de Francia y del Occidente Europeo.

                                    Manuel de Français

                                    Último día de julio de 2024

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