Praderita, de las Flores, María Dolores
Con esa delicadeza,
propia de una golondrina,
ahí viene la flor más fina,
la rosa más perfumada
del jardín de la ilusión… (Carlos Cano)
Cuando me separé de Fernán Gómez, lo primero que hice fue comprarme una enciclopedia. Hasta entonces no me había hecho falta; aquel hombre lo sabía todo.
Tras esa entrevista supe de la finura de su humor, como ya lo sabía de la canción; de su canción. Pues sus canciones que eran de todos y del viento, aunque tuvieran sus autores, a saber: Chabuca Granda, José Alfredo Jiménez, Carlos Cano, incluso Sabina, entre otros, las hacía suyas; las praderizaba.
Cayendo en el tópico, pues imposible es no hacerlo, ¿quién es capaz de imaginar otra autoría, distinta de ella, para su Flor de la Canela”? Manolo Escobar tenía su carro, esta propiedad, algo chusca, pero muy popular, lo perdió; más poéticamente Silvio Rodríguez extravió su Unicornio Azul, mas María Dolores entregó, por amor, el rosario de su madre. Roto el amor, esto último era lo único que le interesaba recuperar “el resto, te lo envío a cualquier parte”… Pero hubo un tiempo en que iban amarraditos los dos, yo con mi recrujir de almidón y tú serio y altanero.
Desde luego parece un juego
pero no hay nada mejor
que ser un señor de aquellos
que vieron mis abuelos.
Así era ella, una señora de aquellas que vieron mis abuelas, la gran dama de la canción, decían los periodistas de una época, pero también una señora de estos tiempos, curiosa de todo, sorprendida de que los artistas más jóvenes quisieran cantar con ella, los ritmos más antiguos. Volviendo a Carlos Cano: …y la manera, de cantar, siendo española a toda América entera.
Así es, así me lo pareció, cuando jovenzuelo, comencé a escucharla, la tomé por americana de la América Española, sé que el término ya no se considerará políticamente correcto, pero reivindico liberarse de ese corsé, para decir con naturalidad las cosas que todo el mundo entiende. La voz de un continente, me gustaría añadir, si alguien no se me ha adelantado con el titular. Y si así fuera, aquí está mi adhesión.
Cantaba con formas decidoras, tomo la expresión de José Larralde, con naturalidad, sin desgarro exterior; no sabemos si en su discreto interior, le dolía América entera.
Se nos ha ido, con la ausencia que nos deja alguien de casa, se nos ha muerto, discretamente, de tanto usar la vida.
El Morocho del Abasto