SEIENTS RESERVATS. Visto en el metro.
Unos jóvenes se muestran felices, gozosos, sentados y absortos. Un hervidero precisamente en ebullición; indignados. Ávidos de asiento. Ansían las plazas que calientan las posaderas de los juveniles. Una señora de edad provecta amenaza con una carlota-proyectil.
Caso de que la autoridad ferroviaria, uniforme a rayas, les afeara la conducta y los hiciera levantar o ellos, los jóvenes, motu proprio lo hicieran, ¿cómo se resolvería el conflicto? Las plazas objeto de deseo son tan sólo dos y los aspirantes muchos.
¿Cómo se adjudicarían usando el sentido común, si tal cosa fuera posible? ¿Cómo, y más interesante, en aplicación de lo políticamente correcto?
Agradecería respuestas a los efectos de estudio sociológico de andar por casa.
El Morocho del Abasto.