SOBRE LOS MICRORRELATOS, AUTORES Y LECTORES
(REFLEXIONES TRAS EL I MARATON DE MICRORRELATOS VALENCIA ESCRIBE)
El Microrrelato, he de reconocer que deja un tanto desconcertado tanto al autor como al lector la primera vez que se enfrentan a él. Precisa de un tiempo de aprendizaje, de adaptación. Como el niño pequeño o el hombre salvaje cuando empieza a enfrentarse a los cubiertos. Más tarde, dominada la técnica, se halla gran placer en su uso. Íntimamente, considero que es una pequeña perversión, casi un fraude. Pero que quieren que les diga, se le ha elevado a la categoría de género literario y no voy a ser yo más papista que el Papa. Por cierto, he de investigar si ésta última sentencia está bien traída a este ejemplo.
Mi desazón pretérita con el género residía en que con tanta brevedad, habitualmente el relato micro está limitado a cien palabras, veía imposible contar una historia. Porque para quien les escribe, la praxis literaria consiste en contar historias. Sé que hay otras maneras de escribir y también son acogidas bajo el manto, flexible a rabiar, de la literatura.
Dicho lo anterior, no reniego de él. Para un individuo, que tiende a excesivo, fue y es un ejercicio maravilloso de contención. No estoy en total acuerdo con la idea generalizada de que es la búsqueda de lo esencial. Pero tampoco en total desacuerdo. Lo esencial, siendo importante, para que halague a los sentidos, debe de acompañarse de alguna pincelada de superfluo; así consideran algunos teóricos al adjetivo y al adverbio. Del mismo modo que un regalo práctico es útil y se agradece, un regalo absolutamente superfluo halaga los sentidos. Pienso en una flor.
Así, un microrrelato, salpimentado con un adjetivo oportuno o un adverbio terminado en mente, añaden un matiz interesante. Tras un tiempo, he de reconocer que me encuentro cómodo con el género y casi lo he rehabilitado apeándolo del tratamiento de fraude. Será que con los años algunos nos ablandamos.
A continuación, transcribo los cinco microrrelatos que tuve la ocasión de componer para la I MARATON DE MICRORRELATOS VALENCIA ESCRIBE en Massalfassar. Más que transcribir, lo que hago es reescribirlos a partir de los borradores, pues los originales fueron lógicamente entregados y en muchas ocasiones modificaba sobre la marcha y en directo al escribir sobre la planilla de entrega. Respondo así a algunas personas queridas que con gran cariño han manifestado su interés en leerme
1. MILAGRO POR NAVIDAD
(En negrilla la frase obligatoria de inicio del microrrelato)
Estaba perdidamente enamorado de ella. Aun así la citó en aquella cafetería del centro. Era Navidad. Le dolía enormemente, pero tenía que cortar con ella. Hacía más de un año que no yacían. Ella entró con su impermeable amarillo derramando lisura.
—Estoy embarazada —le espetó a bocajarro.
Él creyó tener la excusa adecuada. Su mirada deambuló por la sala y se detuvo en el nacimiento que la adornaba. Al reparar en el carpintero barbudo, esbozó una sonrisa.
—Si es niño —respondió—, le llamaremos José, si te parce bien.
2. CALCETINES DESPAREJADOS
(En negrilla la frase obligatoria de FINAL del microrrelato)
Cualquiera que lo lea convendrá conmigo que el primer dilema matutino para un hombre es escoger el calcetín adecuado. En verano no hay problema; uno se calza las sandalias y a correr.
Para un hombre de corte clásico, ello plantea un problema; todos son oscuros, negros o azules. La luz en el armario es escasa. Merced a mi tendencia al desorden, todos yacen en un totum revolutum en el cajón calcetero.
Tras mucho pensar en la solución, he decidido coger dos al azar; nunca sé el resultado final, no sé si estarán emparejados, pero les digo lo siguiente: ¡Que sea lo que Dios quiera!
3. MIRÓN
(En negrilla dos palabras obligatorias en el microrrelato)
Desde su ventana veía la vida pasar. Apoyado sobre el alfeizar, su vista lo examinaba todo. Las muchachas pasaban con carpetas bajo el brazo. Algunas lucían tacón alto. Una de ellas, por un azar venturoso, se detuvo ante la frutería. Ella se dio cuenta, quizás antes que él, ¿o no? No importa, sobre el montón de naranjas destacaba una única mandarina.
Ella la tomó con dos dedos, la contempló, la llevó a sus labios y la besó. «Quien fuera mandarina», pensó el voyeur. Acto seguido, la joven le arrancó el pedúnculo. La izó y estrujándola dejó que el jugo se derramara sobre su boca ansiosa. «¡Ay!», se dolió el mirón.
4. EL FALLO
(Para la composición de este microrrelato había que inspirarse en el jurado presente sobre el escenario del salón)
¡Sin piedad! Este epíteto acompaña siempre al jurado. En éste caso no son doce ni siete, sino seis. Y no todos hombres; hay paridad. Parecen ligeramente alegres; el sopor aún no les ha invadido. De ello, gran culpa la tiene el maestro de ceremonias. Les ameniza con sus chanzas
. De repente, sin despedirse, deduzco, los abandona. Ahora empieza lo serio. Se les ve concentrados. Los miro y tiemblo, presagio el final. Transcribo mis temores: El fallo está pendiente de audiencia. El jurado ya ha fallado. No me han premiado. Se dirán: «A conciencia hemos votado». Pensaré: «han fallado a conciencia».
5. CRONÓMETRO, FINAL DEL CONCUSO
(Es la gran final de la maratón. Aquí el tiempo es de 15 minutos y la longitud máxima es de 50 palabras. Debe de empezar obligatoriamente por la frase en negrilla).
Quedan quince minutos, cuarenta y cinco segundos y tres milésimas. Despreciamos las milésimas y los segundos. Nos quedan quince minutos. Lástima, mi padre ya se fue y no podrá presumir de mí. Mi madre le sobrevive. Quedan tan solo diez y he de resolverlo. Cinco minutos, he de concluir con algo ingenioso. Y concluyo: Hasta aquí llegó este pobre escribidor.
El Morocho del Abasto
Un placer leer esos microrrelatos. Fueron al final justos al juzgar que podías seguir ronda a ronda.
Un saludo, nos leemos.
Bon Isi La Petite Poupée:
Veo que tu clasificación en todas las fases no ha sido casual. A mí me ha gustado especialmente el primero, el de la viola. Comprendo la pulsión concupiscente para arrebatarla. No sé si conoces la canción de Serrat «de cartón piedra». Si no es así te sugiero que la busques. ¡Enhorabuena!
PD. En justa correspondencia, por si algún despistado entra en mi cuaderno, dejo este enlace para que pueda leer los tuyos de mi parte.
https://drive.google.com/file/d/0B5-SAbF-Zp0QS0hVMGhmbG50YkU/view?pref=2&pli=1
Aprovechando que estoy de guardia (son las 6 de la mañana) y que tenemos un par de pacientes, me leo los microrelatos y mira oye, pues, me han gustado. El guiño al carpintero… pardillo. Je, je, me he reido
Querido Ximet:
Agradezco tu lectura y sobre todo agradezco el comentario. Sí, uno se puede reír con lo del carpintero, aunque recuerda, nadie está fuera de peligro.
Un abrazo
Las greguerías, los refranes. Incluso la poesía. La brevedad llena de recovecos. (Por seguir nuestras conversaciones musicales, las canciones de tres minutos frente a las sinfonías). Sí que encuentro que el microrrelato es un género y le doy valor. Lo de escribir con un cronómetro delante sí que pienso que se aleja de la literatura y se adentra en el deporte, aumentando la importancia del entrenamiento.
Y me han gustado mucho tus escritos. Me quedo con el de los calcetines, más que nada por el misterio, que nunca pude resolver, de por qué, cuando doblo calcetines limpios, siempre suman un número impar.
Gracias Impenitente, por tu lectura, por tus comentarios y tu enfoque singular. Yo también había elucubrado sobre la aproximación del microrrelato a la canción. El texto de la canción suele ser, o puede ser , algo más largo y además tiene la aportación de la música y de la voz; ésta última, a veces para bien otras para mal. En el caso del relato micro, la voz y la música las tiene que poner el lector. Sí, el cronómetro nos adentra en el deporte.
Finalmente, si a alguien con criterio (el suyo) le han gustado mis escritos… no sé que decir. Gracias por decirlo!