UN TOUR SIN EL MAGO
El Tour de Francia 2016 acabó en Paris, en los Campos Elíseos, como de costumbre y con Chris Froome de amarillo, como previsible. Sus rivales, virtuales al comienzo del Tour e inexistentes en su conclusión, nunca le pusieron entre las cuerdas; no le presionaron, no le atacaron. Sería injusto no declarar que su equipo, el Sky, puso en las etapas de montaña un ritmo asfixiante, el que a él le interesaba, que impidió cualquier ataque serio por falta de fuerzas. Si alguno de los llamados a ponerle en aprietos, por se o por mediación de algún segundo espada, lanzaba un tímido ataque, el keniata blanco ni se molestaba en contraatacar; sus escuderos, en número de tres y hasta de cuatro, a ritmo, abortaban la escaramuza. Sus gregarios de negro, color del uniforme, color de la locomotora y del carbón, tiraban del tren amarillo.
Para saltar de ese convoy que todo lo arrasa, había que ser un loco, apelativo que por incomprensión algunos llaman al audaz; un genio, sabiendo analizar las situación de carrera y atacar en el momento adecuado, un mago…
Pero el Mago estaba herido de gravedad, en lo físico por una terrible caída el primer día y una reincidente en el segundo; en lo moral, porque su equipo gobernado por su arbitrario dueño, había abandonado al ángel caído. En la novena etapa, era 10 de julio, camino de Andorra, aproximadamente en el km. 80, se bajó de la bicicleta y se subió al coche de equipo. Esa mañana había amanecido con fiebre. Dolor y merma física. Suficiente para hacer abandonar a cualquiera, pero él, de haberse sentido respaldado, a buen seguro, habría continuado.
En la etapa anterior, Froome ya había conquistado el amarillo. Y lo hizo de forma espectacular, sorprendiendo, atacando en la pequeña calma que la tradición aconseja tras coronar un puerto, el último de la jornada en este caso. Ante un atónito Quintana, la esperanza de los colombianos, que se hallaba tomando un bidón que, indeciso, tras un titubeo, acabó por rechazar. Pero ya Froome más que transitar, rodaba puerto abajo. Y lo hacía adoptando la postura que acuñara Perico Delgado y que en su día le valió el apelativo de «El Loco de los Pirineos». Perico aclaró que, en verdad, la había copiado de un ciclista ruso. Froome llegó con los suficientes segundos que, unidos a la bonificación por ganar la etapa, le valieron el amarillo. Ya no lo soltó. Esta gesta, que pudiera sonar a inspiración del momento, en verdad estaba planificada y ensayada. En el ciclismo británico actual, cuyo buque insignia es el equipo Sky, todo se planifica, todo se ensaya. Ya vaticinaron hace casi una década, que en pocos años serían capaces de fabricar un ganador de Tour de Francia. Lo consiguieron, primero con el flemático Bradley Wiggins y ahora y van tres, con el singular Froome. El británico, nacido en Kenia, no parece un hombre-engranaje como el resto de las piezas de la maquinaría Sky. Ganaba contrarrelojes sin adoptar las posturas ortodoxas de los especialistas. Ahora, un poco más depurado las sigue ganando. Poco a poco se va homogeneizando en hombre equipo. Se diría que ya tan solo le diferencia, aparte de sus cualidades excepcionales, su túnica dorada.
Pero un hecho fortuito, lo que pudo ser una catástrofe mayor, hizo asomar al hombre que aún lleva dentro. Se subía el Mont-Ventoux. A falta de un kilómetro, sin protección de vallas, los aficionados no abrían un estrechísimo paso sino cuando la motocicleta que les precedía, por fuerza lo conseguía. Pero inesperadamente se detuvo, para no atropellar. Detrás venían Richie Porte, Chris Froome y Bauke Mollema. Se habían escapado del grupo de favoritos. Nairo Quintana iba detrás perdiendo preciosos segundos. También Valverde y el italiano Fabio Aru. Los de adelante, por el orden mencionado se estrellaron contra la moto parada. Las cámaras de la televisión francesa, no lo dieron en directo. Estaban mostrando la llegada de varios corredores de una fuga. De pronto enfocaron al líder corriendo sin bicicleta montaña arriba. Había entrado en pánico y no pensó sino en avanzar. Había dejado su bicicleta inservible apoyada contra una moto. Le sirvieron una bicicleta de un coche neutro que no le servía, parecía de juguete, de película cómica, hasta que finalmente llegó su coche de equipo y le proporcionaron una adecuada con la que llegó a la meta. Lo hizo con muchos segundos tras sus directos rivales. Los jueces, llamados a consulta decidieron igualar tiempos. Froome había salvado el amarillo.
De los Pirineos, Froome salió con una ventaja nada desdeñable. Quedaban cuatro etapas en los Alpes, entre ellas una cronoescalada para intentar desbancarle.
Tras la primera etapa alpina, todo seguía igual, pero tras la cronoescalada, Froome impuso su dominio y salió con un minuto más de margen sobre Nairo Quintana que veía peligrar incluso el podio, algo similar sobre Fabio Aru y sobre Valverde. Ya no se discutía su supremacía pero había que ser prudentes. No se podía cantar victoria; aún faltaban dos etapas en los Alpes y se anunciaba tormenta. El azote para Froome, se rumoreaba.
Y ocurrieron cosas. Froome se cayó. El equipo Astana iba tirando a tope. Son los únicos que han corrido con intención de desbancar a Froome, erosionando a su equipo. Los del Astana, con mentalidad a la antigua usanza, la de atacar en todo momento; ”acaso hallemos una fisura en el líder”. Pero no la encontraron Éste es un equipo dirigido por un incombustible Vinokourov, hombre que nunca se rendía y en cuyas filas corren dos italianos de bravura: Aru y Níbali. Pero el que venía como jefe de esta formación, el joven Aru, no consiguió rematar tras agotar a su equipo. Mientras, los nuestros, los todopoderosos Movistar, tampoco supieron o pudieron aprovechar el infortunio del líder. El que sí que tuvo su día inspirado, fue el francés Romain Bardet, casí no contaba para la general, pero tras un descenso de los que se denominan «a tumba abierta», con lluvia, se promocionó al segundo puesto, pero con muchos minutos de retraso sobre Froome. Quintana recuperó sus opciones de podio. Quedó tercero.
Aún quedaba la última etapa alpina. Con un descenso peligrosísimo, muy técnico, con lluvia tras el último puerto, realmente exigente. Sólo lo intentaron los cazadores de fortuna, los buscadores de etapa. Un muy combativo Jarlison Pantano, colombiano que llanea y que esprinta; Rafal Majka portador del mallots de lunares rojos, Ilnur Zakarin, rey de las caidas, Joachim, Purito, Rodriguez, que quiso despedirse del Tour a lo grande. Coronaron el último puerto, la Joux Plaine en cabeza: Pantano, Jon Izaguirre y Vincenzo Nibali que quería también despedirse con victoria de etápa. En el descenso un desatado Jon Izaguirre, les tomó la delantera. y no pudieron alcanzarle. Llegó solo a meta, consiguiendo la única victoria española del Tour. Pantano, pese a algún susto en el descenso, siguió probando, pero Nibali, ya tenía puesta la cabeza en los mundiales, así que bajó con prudencia.
Ha habido sprints muy reñidos. Pero la carrera la han alegrado los cazadores de etapa. Queremos destacar especialmente a Jarlison Pantano. También alguno de primera fila destronado, léase Richie Porte, Bauke Mollema, acaso en la penúltima etapa Vincenzo Nibali y Purito Rodriguez. El equipo Astana que, aunque con Aru lo tenía dificil, no lo vió imposible; no ha cesado en su intento. Chris Frrome, con los dos sucesos narrados, ha dado la nota curiosa. Los nuestros, Movistar han estado muy conformistas. Siendo sus corredores y directivos un equipo de gran presupuesto, a los que se les exige resultados, no han querido arriesgar su liderazgo en la clasificación por equipos y el pódium con Quintana por perseguir una quimera. El joven francés Bardet, segundo, gran exito para los franceses, que no ven el amarillo final desde 1985 en tiempos de Laurent Fignon, tampoco quiso arriesgar el puesto.
Ha habido, por tanto, lucha por etapas y lucha, acaso, por acompañara a Froome en un peldaño del cajón. Pero no por atacar el amarillo.
En esta situación tan conformista se ha echado en falta, muy en falta, a Alberto Contador. Quizás no hubiera ganado el Tour, quizás. Pero hubiera dinamizado la carrera. Sobre todo en la última semana. Esa en la que se dice que empieza a flaquear un poquito Froome; hubiera provocado que el «Todo-protegido» se defendiera por sí mismo. No sabemos lo que hubiera inventado y ahí se encierra toda su grandeza, el Mago genial no es previsible, siempre sorprende.
El Grueso del Pelotón
No he seguido este año el Tour. Bueno, sí, pero con el rabillo del ojo. Demasiado superior Froome.
Yo estoy esperando el Tour de aquí a un par de años, cuando le empiecen a dar galones a Jesús Herrada, que para algo su padre es de mi pueblo, y con Jose de gregario, veremos palidecer a Froome.
Y este sábado o domingo es la prueba en ruta en los Juegos. Hace cuatro años ganó Vinokourov, en lo que fue su despedida. Tremendo.