Vuelta 2016. Alberto Contador o las Contradicciones del Mago.
La Vuelta a España ha concluido, en Madrid, como de costumbre. Con un merecido ganador: un muchacho pequeñito, prudente, poco dado a sonreír, aún algo modesto, aunque cada vez menos, el colombiano Nairo Alexander Quintana. Delante de Froome, ahí es nada y delante también de un accidentado Alberto Contador. Éste hubiera sido un pódium de estrellas, de no habérsele colado al campeón pinteño, otro muchacho pequeñito de sempiterna sonrisa, el también colombiano Esteban Chaves. Dicho de otra manera, primero: Quintana; segundo: Froome; tercero Chaves, mientras que Contador se quedó fuera del cajón por tan solo 13 segundos.
Ha sido una Vuelta muy disputada. Una Vuelta que comenzó con el pago de la deuda que el destino aún tenía en el debe de desgracias reservadas a Alberto Contador. Éste llegó con un equipo algo más devoto que en otras ocasiones, aunque también más flojo. En la primera etapa, contrarreloj por equipos, ya se dio cuenta de la debilidad de sus compañeros; el bloque se dejó cerca de un minuto. Con éste lastre debutó en la vuelta, pero aún había que entonar los versos de Miguel Hernández: Un manotazo duro, un golpe helado… En la séptima etapa, víspera de la terrible terna: Camperona, Naranco y Lagos, Tosch Van der Sande un muchacho belga, lego en el manejo del freno, en plena preparación del sprint, ejecutó el verso siguiente: Un empujón brutal te ha derribado… Contador sintió que se le reventaba, lo que Hernández décadas antes escribiera para él: “Tanto dolor se agrupa en mi costado / que por doler me duele hasta el aliento…
A partir de ahí, lo que se intuía se convirtió en sospecha compartida; la Vuelta parecía ya cosa de dos. Nairo Quintana y Chris Froome. Ambos escudados con un gran equipo; no en vano habían empatado en tiempo en la mentada contrarreloj inicial. Al final de esa etapa, la general la comandaba otro colombiano, Darwin Atapuma; Froome aventajaba en 6 segundos a Quintana y a Chaves, mientras que Contador mantenía algo más de un minuto de retraso con los favoritos. Tras las tres etapas de montaña consecutivas, Quintana ganó en los Lagos emulando a sus compatriotas de otros tiempos: Lucho Herrera y Fabio Parra, Quintana ya era líder con 58 segundos sobre un combativo Froome. Pero no parecía renta suficiente habida cuenta de la contrarreloj individual de 37 Km preparada para la antepenúltima etapa en tierras de Calpe, en la que el británico se sabía muy superior. Chaves quedaba a dos minutos y un parcheado Contador, muy lejos ya, a casi tres minutos
Hasta aquí la crónica deportiva, los datos y los tiempos. Llegó la etapa decimoquinta, entre Sabiñánigo y Sallent de Gállego. Lo que ahora sigue también es deporte, pero es mucho más que eso; espectáculo. Espectáculo al que le añadimos: estrategia, gesta y épica. La etapa era corta, poco más de 110 Km. El final era en Aramón Formigal a 1790 metros de altitud, entre antiguos glaciares y volcanes, cerca de la frontera francesa. No sabemos si estuvo largo tiempo rumiándolo, pero la etapa no había hecho más que empezar, apenas cinco quilómetros; vio la ocasión y en un falso llano, en ligero descenso, Contador atacó llevándose tras de sí a un pequeño grupo, entre los que se encontraba un compañero de equipo y un atento Quintana, escudado a su vez por otro de los suyos. Al resto de favoritos desde Valverde a Froome, pasando por Chaves y otros ilustres, los pilló con el paso cambiado.
Froome se encontró con su equipo fraccionado, lo que comenzó a causarle inquietud; no estaba acostumbrado. Se le veía incómodo. No reaccionó en primera persona como se espera de los grandes campeones. Se limitó a aceptar la marcha que un reducido número de los suyos imprimía. Mientras tanto, los de adelante abrían hueco, lanzados, tirados por un generoso Contador. El Colombiano iba cómodo, sin gastar. Tan solo en los últimos quilómetros asumió responsabilidades.En el último, el decisivo, incluso le atacó llevándose consigo a Gianluca Brambilla que le disputó la etapa y la ganó. Contador perdió unos segundos y ganó algo más de dos minutos a un desconcertado Froome, que al final salvó, por la mínima,su segundo puesto, merced a algunas alianzas que encontró por el camino. Todo su equipo, todo, llegó fuera de control.
En esto, así tan suavemente expuesto, radicó el genio, la gesta… Arrancarle dos minutos a Froome, aun siendo sustancioso, no fue lo verdaderamente importante. Otras dos cuestiones sí que lo son.
Prima: Permitió que un atento Quintana consolidara su liderazgo, obteniendo la renta, a priori suficiente, para afrontar con garantías la contrarreloj final.
Secunda: Consiguió con esta genialidad lo que hasta la fecha nadie había logrado. Desorganizar, desorientar y destrozar la formación del equipo más sólido del ciclismo de los últimos tiempos, el Sky.
El equipo británico es una maquinaria que tiene un elemento sobresaliente, cierto, el nacido en Kenia Chris Froome. Pero es una maquinaría que precisa estar bien engranada, pues aunque gana el leader, es el equipo el que corre. No se mueven por inspiración, como Contador, quien como casi siempre carente de equipo, analiza, observa, “siente” las sensaciones y, si resta un átomo de fuerza, ataca. La maquinaria Sky, se mueve por datos biomecánicos y no por corazonadas. Economiza y dosifica vatios, pero no el sufrimiento. Si es atacado no pierde la calma, ordena a la máquina un consumo adicional de vatios. El director de equipo desde el ordenador de a bordo de su vehículo, como un galeno en su despacho, lee analíticas, ritmos cardíacos y ajusta el tratamiento. Por ello, no comprende que un hombre solo, sin equipo, aun siendo uno de los grandes ilustres pueda desreglar tan sofisticado mecanismo. Este escribidor de bitácoras recuerda, que en tiempos del reinado del truculento Armstrong, los británicos vaticinaron que en pocos años, serían capaces de forjar, casi fabricar, un ganador de Tour de Francia. Y cumplieron; primero con un flemático Bradley Wiggins que ganó el primero para los británicos, año de algunas ausencias y después, tres con Froome. Total cuatro.
Volviendo a la vuelta, tras la etapa en la que el Mago destapó la caja de las esencias, la clasificación quedó con Nairo en lo más alto; segundo Froome a 3.37, tercero Chaves a 3.57 y cuarto Contador a 4.02. El primer puesto ya parecía sentenciado, pero el resto del podio estaba en juego. Había tres corredores en un pañuelo de veinticinco segundos, pero solo dos plazas en el cajón.
Y llegó la contrarreloj, etapa decimonovena, en la costa mediterránea que desde Madrid gustan llamar Levantina, entre Xabia y Calp, treinta y siete quilómetros. Y aquí Chris Froome también destapó su particular tarro de las esencias; hizo la contrarreloj de su vida, devorando a dentelladas rabiosas los segundos primero, y los minutos después, que le separaban de Quintana, pero le faltó recorrido. Le arrancó dos minutos y dieciséis segundos, 1.57 a Contador y 3.13 a Chaves. Quintana había salvado el liderato, Froome quedaba a 1.21, Contador a 3.43 y el otro colombiano, Chaves a 4.54.
Así hubiera quedado la clasificación, mas faltaba una etapa de montaña antes del paseo triunfal de Madrid. Se partía de Benidorm y se llegaba al Alto de Aitana. Nada estaba del todo decidido. Para todos mantener la posición suponía haber realizado una Vuelta extraordinaria. Pero flotaba en el aire un aroma de inconformismo; la mayoría pensaba que, para Contador, quedar tercero era una posición honrosa, pero que tal vez no le satisficiera. También Froome podría intentar el asalto al primer puesto. Este atacó, pero, siempre, el pequeño colombiano conseguía responder. Mas antes, mucho antes, el otro colombiano, Johan Esteban Chaves destapó, a su vez su particular tarro de las esencias. Demarró del grupo, al más puro estilo Contador, desde lejos, en busca de otro compañero de filas que le había precedido. Nadie fue a por él, ni siquiera Contador. ¿Acaso consideró poco elegante disputar el tercer puesto? ¿Razonó que habiendo venido a ganar, pelear por ser tercero era una bajeza? ¿Creyó que los Movistar, cuya caballerosidad se les suponía, iban a corresponderle cazando a Chaves? Esto último fue lo que esgrimió, aunque quizás con la boca pequeña… ¿Para qué más revelaciones?
Tres corredores tuvieron su momento genial: Contador dando el vuelco a la clasificación; Froome firmando la contrarreloj de su vida y Esteban Chaves sorprendiendo a todos, al más puro estilo del Mago. Tan solo Quintana, no tuvo que destapar nada. Se limitó a ser, ahí es nada, el más fuerte, el más regular.
Ganó Quintana, su segunda Grande; antes había logrado el Giro. A Froome, una vez más se le resistía la Vuelta; sólo ha ganado el Tour, aunque tres veces. Chaves, que aún no ha ganado ninguna, se reveló como un corredor de gran futuro. El Mago, que las ha ganado todas, recogió su chistera, sonrió, saludo y se marchó. ¿Quién sabe lo que esconde todavía?
El Morocho del Abasto