NOS QUEDAMOS SIN CARLOS EN EL MUNDO.
Aclaración previa para la correcta comprensión del escrito que sigue: Carlos, nombre propio, acaba por “s”. Pablo no. Así, si decimos: nos quedamos sin Pablos en el mundo, se entiende fácilmente, sin embargo, Carlos quedaría invariable en plural.
Cuando el niño Charles nació, Carlos ya era un cantor muy popular. Todavía no mundial, aunque ya se había prodigado en todos los cafetines y teatros de Buenos Aires, del interior del país, de los limítrofes de la América Latina y, saltando el charco, en Madrid y en Barcelona. Todavía no había viajado a Paris, donde el niño Charles, que aún no se llamaba así, vio la luz allá por el 1924.
Carlos murió joven en un fatídico accidente de aviación en Medellín, Colombia en 1935, siendo un ídolo, pero pronto ascendió a la categoría de mito y cada día, lo puedo asegurar, canta mejor. Nació en Toulouse, Francia, según la versión más creíble en 1890. Recientemente los uruguayos lo han nacionalizado, esgrimiendo una peregrina idea, según la cual nació en Tacuarembó, Uruguay.
Carlos llegó al tango en el momento preciso, cuando éste (el tango), necesitaba una voz y aquél (Carlos), se la dio. Nació así el tango canción, pues hasta entonces era tan sólo musical. Que no era poco. Pero no fue de repente, pues la voz precisaba de letras y éstas de letristas. Y en esto llegó Pascual Contursi. En verdad no llegó, ya estaba. Gardel lo encontró en el Uruguay. Había escrito una letra para el tango Lita de un tal Samuel Castriota. A Gardel le gustó, lo cantó algún tiempo después y más tarde lo grabó con el nombre de Mi noche triste. No diremos que fuera el primer tango canción, pero sí, tal vez, el primero que se grabó y sin duda, el primero en la discografía de Gardel.
Esto son datos que, con ligeras variantes, se pueden consultar en distintos foros. El lector interesado buscando un poco por aquí, un poco por allá, podrá confeccionarse una biografía del gran cantor. No es pretensión de este escrito privarle de ese entretenimiento.
Al tango se le atribuye tristeza, melancolía dolorosa, rencor, lamento de cornudos, pérdida, abandono, muerte… Pero también el amor, la cuestión social y el propio tango como tema de tango. Todo lo cantó con un sustrato, sin embargo, de optimismo. Una recóndita alegría que se abría paso entre el sempiterno lamento. La alegría era, … es su voz. No soy entendido, pero aquí adivino que cabe el concepto del color de la voz. Veo un color azul celeste en medio de las brumas del 1900. El tango, no puedo por menos de evocar, según un locutor de la radio de los ochenta, probablemente Manolo Ferreras que establecía el momento de nacimiento del tango canción: Cuando una bandada de desheredados de la fortuna echó mano de cantadas orgías de amor y de machismo sin frenos.
Tal vez, lo anterior sea exagerado, pero la voz sonaba y suena clara y limpia, cantaba lo más trágico con frescura. No era una interpretación dramática, es cierto, como otros que cargan las tintas porque así lo viven. “Siempre me ha parecido descubrir una escondida alegría en tu lamento” Así lo canta Antonio Bartrina, Malevaje en su tango, Tango Amigo. Parece dedicado a Gardel, aunque lo está al tango, que al fin y al cabo es la misma sustancia.
Dicen los que saben, que su voz tenía registros líricos, tenor primero, evolucionando después a barítono y que podría haber cantado cualquier cosa, como así lo hizo, pero siempre palos de la música popular; folklore, vals, son, zamba, cueca, estilo, milonga, serenata, chacarera; incluso jota, pasodoble y fado y por supuesto el tango. Cuidaba su voz pues la sabía especial; cuidaba su atuendo pues fue elegante; el elegante de la canción popular.
Cantaba fácil, o al menos así lo parecía, como muchos años después, fácil ganaba Induráin, o al menos así lo parecía. Pero esa facilidad es condición natural, sin duda, pero también trabajo, dedicación, práctica. Gardel gesticulaba, era expresivo, sonriente, amable con la gente que se le acercaba; así lo percibo. Cuando nadie viajaba, él lo la hacía; cuando nadie grababa, él lo hacía. Más de 2000 grabaciones entre Buenos Aires, las más; Barcelona, Paris y New York. Pero esto son datos, una vez más, que hablan, sin embargo, de actividad trepidante; no olvidemos que murió con 45 años.
En nuestros días, el mito no ha muerto; nuevos adeptos se suman, calculo; cantor para grandes minorías. Grandes minorías que no se acobardan por el constipado y reumatismo que presentan esas viejas grabaciones. Mala salud de hierro, diría Sabina, Joaquín.
Si intensa, prolífica. condensada y corta, según las percepciones actuales, fue la carrera de Carlos, la de Charles ha sido intensa, prolífica, dilatada y larga; muy larga. El gran éxito le llegó tarde, en términos relativos, claro, poco antes de los 40 años, pero ha mantenido el nivel y el interés del público hasta el último de sus días a los 94 años de edad. “Sur ma vie”, se cuenta fue su primer gran éxito y “Je me voyais déjà” parece ser el testimonio de esos años en que el éxito se soñaba, pero no llegaba. Aunque nunca reconoció escribir nada autobiográfico. Mantuvo con presunción, casi con desafío, esa entelequia de que cualquier parecido con la realidad, personal, es mera coincidencia.
Gardel es la voz y Aznavour la canción. Esto, así expresado, tan contundente, no es una opinión; es un sentimiento. Gardel no sabía música, qué ironía: no sabía escribir música, pero la tenía interiorizada. Tamborileaba, tarareaba una melodía, cuando ésta le venía al espíritu y un amanuense musical la escribía. Así hay algunas partituras firmadas Gardel. Aznavour, tuvo una escolarización corta. Conforme fue creciendo, supo reconocer sus carencias y se fue formando, sobre todo con lecturas, pues comprendió que culturizarse era bueno para su trabajo: vedette de varietés. En español, se escribe así, pero no significa lo mismo que en francés.
“Que c’est triste Venise”, Venecia sin ti, en español, fue la primera canción que éste mitómano escribidor recuerda. Y cuando muchísimos años después la escuchó en vivo y en directo supo, reconoció, que hay vidas que tienen una banda sonora.
Gardel, cada día canta mejor, Aznavour no será un mito, ni falta que le hace; los mitos mueren jóvenes: será “la grande vedette des variétés, le grand chansonnier”.
Y hay algo que los une, algo travieso quizás: aquél nació Charles y se hizo Carlos, el otro nació Shahnourh Varinag y se hizo Charles. Ambos nacieron en Francia, el primero en Toulouse, el otro en Paris. El primero se hizo argentino universal, el otro francés para el mundo. De ambos nos quedan sus canciones, muchas, muchísimas; sus películas, más del segundo que del primero.
Nos quedamos definitivamente sin Carlos en el mundo, pero luego escucho Volver o La Bohème y compruebo que es falsa alarma; me siguen acompañando. ¿No les pasa lo mismo?
Juansito Caminador y Manuel de Français.