TANGO AMIGO ¿POR QUÉ ELLA NO TE QUIERE?

            TANGO AMIGO ¿POR QUÉ ELLA NO TE QUIERE?

            Me llamo Antucho Barbosa
            Y mi apodo no lo digo
            Caí a un tango siendo niño
            Y salir de él no he querido…

            Ya de pibe un nombre me resonaba, Carlos Gardel. No sabía por qué, no sé por qué; todavía no lo sé. No había antecedentes en mi familia. Acercándome a un puesto callejero de los que vendían cintas de music cassette, oí la voz: ¿tienen algo de Gardel? En ese, o en otro puesto similar, compré mi primera cinta de Gardel, mi primera cinta de tango. Corrí ávido a ponerla en mi reproductor de cassettes. Era, fue un acto íntimo, sin la intención de que lo fuese. Fue un acto, naturalmente íntimo. Sus ojos se cerraron / y el mundo sigue andando / su boca que era mía / ya no me besa más. Yo era joven, rabiosamente joven, no había conocido la pérdida, tal vez, como así fue, no había tenido, todavía, boca que me besara, pero me resonaba también. Sentí nostalgia de momentos no vividos, todavía no vividos, que ya es el culmen de la nostalgia.

            Tirao por la vida de errante bohemio / estoy Buenos Aires, anclao en París. No había estado, todavía en Paris, esto es inexacto; había con mis viejos subido a la Tour Eiffel; no había, todavía visitado Buenos Aires, no lo he hecho aún, pero tuve la primera boca que me besara. Estoy anclao en Paris, me arrancaba con mi acento rioplatense que comencé a cultivar, a mis condiscípulos de curso. Sólo a los más íntimos, se reían; no conocían su significado, pero se reían.

            Bajo el ala del sombrero / cuantas veces embozada / una lágrima asomada / yo no pude contener. Todavía no usaba sombrero; ahora, alguna vez lo hago; todavía, no tenía lágrimas que derramar; ahora, alguna vez lo hago.

            Porque cuando pibe, me acunaba en tangos
            la canción materna que llamaba al sueño.

            Esto último no es literal, pero ese fue el efecto, como al héroe galo de ficción, Obelix, se le adjudica que de niño cayó en la olla de la poción mágica y sus efectos en él son permanentes e inmanentes. Así, mi amigo el tango, entonces no lo razonaba así ni de ninguna otra manera, se convirtió en compañero invisible y ocasional, que no molestaba, que no se interponía entre mí y otros amigos, que no competía con ellos, que no pugnaba con los amores que aparecían y se iban permaneciendo el tiempo que quisieran. Él no interrumpía; por su causa ninguna se fue. Pero cuando se marchaban, en la desolación que en mí dejaba, él me acompañaba. No era el caso del lamento de cabrones, como acuñaron los primeros detractores del tango; se le adjudica la frase a un obispo, no me pregunten a cuál. Era una caída, a veces complaciente, en la melancolía. En una melancolía de letargo y embriaguez, cual lagarto al sol.

            Y sucedió que aquella boca primera, que fue mía, no me besó más. Se fue buscando otras quimeras. Y entonces, tango amigo, me diste la primera banda sonora de mi vida, de mi subida y de mi bajada:

            Tomo y obligo, mándese un trago,
            que hoy necesito el recuerdo…
            Beba conmigo, y si se empaña
            de vez en cuando mi voz al cantar,
            no es que la llore porque me engaña,
            yo sé que un hombre no debe llorar.

            Pero el hombre que fui, lloró, naturalmente, porque amigo tango, vos no sos yo, ni yo soy como vos, pero sos mi otro yo, con quien me entretengo, cuando una pena me aflige y rumiándola a tu estilo, hallo el consuelo.

            Pero tenés tu lado canalla, ¡cómo no lo ibas a tener! Porque estás hecho de la misma materia que el que te escucha y el que te canta, de la piba con la que alguna vez conseguimos danzar; de penas y alegría. Sí de alegría; parecerá extraño, pero ese es mi sentimiento. Cuarenta años, o algo así han pasado.

            Tango, juntos seguimos,
            Mira que ha pasado tiempo
            Siempre, me ha parecido descubrir
            una escondida alegría en tu lamento

            Por eso, te hablo, ahora, a ti mujer, he querido y he bailado contigo, lo que él, mi amigo el tango, ponía en boca del interprete que abrazados, a la par que dando vueltas escuchábamos. Mas yo sentía, sentía infinito y era traspasado por el quejido del violín, los rezongos del bandoneón y esas letras, a veces truculentas, lloradas por una voz desgarrada con sabor a aguardiente, quizás del mismo que habíamos libado recién y aún quemaba en mis labios que te ofrecía y tú tomabas. Esas letras que yo metabolizaba y convertía con mi abrazo en lo más puro, también en lo más pasional que mi ser, en ese momento me armaba para arrastrarte… bueno, tú ya lo sabes.

            Vuelvo a ti, tango amigo, ¿Cómo vas a ser culpable de dónde naciste? ¿Acaso el pobre decide dónde nacer? Tampoco el rico, me diréis. Pero el rico, puede elegir do vivir y el pobre no elige dónde medrar. Naciste, o acaso te desarrollaste en el quilombo (burdel) y tus letras fueron procaces. ¿Qué se podía esperar? Por eso fuiste marginado de la buena sociedad. Pero ¿qué querían las gentes biempensantes del momento? La hombría que los barcos escupía en buenos Aires era en gran copia. Las mujeres escasas. Ellas podían elegir; ellos maldecir la pérdida.

            Tus ritmos primitivos fusionados del candombe de los negros africanos, con la milonga, herencia, acaso, de la polca europea, fueron de arrime para escándalo de las damas decentes. No había letras y cuando aparecieron creadas por iluminados que esperaban su turno en el quilombo, fueron de lenguaje prostibulario. ¿qué otra cosa se podría esperar? Ese estigma, tango amigo, no has conseguido quitártelo. Cuando ya no tienes apenas predicamento, cuando eres presentado a las gentes “avanzadas” de nuestro tiempo destacan eso. No ven más allá; te ven sucio.

             Pero los tangos instrumentales crecían y crecían y necesitaban letras más elaboradas. Aparecieron los poetas del tango, gente instruida que había leído y admirado a los poetas simbolistas franceses. Por eso y por el ambiente que recreaban, sus letras no fueron de color, como el folclore en otras partes del país, sino de los matices. Los matices del gris.

            Como el mar, el humo de niebla las viste
            y envuelta en la gama doliente del gris
            parece una tela muy rara y muy triste
            que hubiera pintado Quinquela Martín.

            Me has acompañado todo este tiempo, sin pesadez, sin insistencia, sin molestar, casi medio siglo. Cuándo escuchándote y atendiéndote con ella danzaba y en mis brazos tenía, no éramos un trío. Éramos ella y yo. Ella, con su conciencia, yo con la mía, a menudo era de to soplo de lo que se nutría.

            En ti he encontrado, si no el remedio, sí el paralelismo con las cuitas que me atormentan o me invaden a mí que paso por ser hombre tranquilo y civilizado. Porque de lo que tú hablas, hay tanta verdad, que no pasa de moda. Eres plenamente actual.

            Tango, tango
            Vos que fuiste el amigo
            Confidente de su amor.

            Sí, el único confidente, el más fiel, el más entregado. Por eso, Tango amigo, si no soy como vos, pero a vos os amo, si no sos yo, pero en mí estás, por eso, Tango amigo me pregunto: ¿Por qué ella no te quiere?

Juansito Caminador

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