FEDERICO MARTIN BAHAMONTES, EL ÁGUILA DE TOLEDO
Su nombre verdadero, he sabido estos días, era Alejandro, pero un tío suyo, hermano de su padre, insistió en llamarlo Federico, como él. Tanto empeño puso, que así lo hemos conocido todos, urbi et orbi. Quien no siendo aficionado al deporte en general, ni al ciclismo en particular, haya abierto esta lectura, por favor, no me la cierre por este motivo; esto no va de ciclismo. Va de un hombre que vivió entre 1928 y 2023 y que fue ciclista.
Tampoco esto es exacto, pues no es una biografía; este escribidor no conoce sino unas pinceladas de tan larga vida; en síntesis, seis o siete datos. Nació en provincia de Toledo, ganó el Tour de 1959, el primer español en hacerlo; tras su retirada montó una tienda de bicicletas en Toledo y que feneció en agosto de 2023.
Pero vayamos al hombre, a su ejemplo, a lo que significó para quienes algo significó, como a quien les escribe.
Cuando el muchachito que fui, comenzó a oír hablar del Tour de France, allá en el Luxemburgo de su infancia, esta carrera, entonces sexagenaria, ahora más que centenaria, se llamaba Eddy Merckx. Era el gran dominador. Como español, estaba censado a ser fan de su gran rival, Luis Ocaña, pero no atendió a las razones patrias e insistió en el belga.
Una vez, en la televisión de aquel país, vió una pancarta que rezaba, Arrivée y bajo su arco desfilaban los ciclistas. Si ya han llegado a la meta, ¿cómo es posibles que al día siguiente, aún continúen? Esto no lo comprendía aquel muchacho del que les he hablado.
Más adelante, su padre, el del muchachito, le dijo, me dijo que el primer español en ganar el tour fue Bahamontes en 1959. Otro desafío —antes de que yo naciera ¿cómo es posible?
No conocí su trayectoria deportiva, pero sí algo de sus gestas. Escalador excepcional, algo anárquico, individualista, cosa que no se perdona; ganador en seis ocasiones del gran Premio de la Montaña, era sin embargo inhábil en las bajadas, de tal forma que el tiempo que ganaba subiendo, lo perdía bajando. Famosa es la anécdota del helado, en la que se ha mantenido la fantasía de que, tras coronar algún puerto con sobrada ventaja, se sentaba a comer un helado. En verdad, dicho por él, fue que coronó con dos radios rotos y catorce minutos de ventaja en una ocasión, y se sentó a esperar comiendo un helado a que llegara el coche de equipo.
Hombre extraordinario, hecho a sí mismo. A veces evocamos a hombres extraordinarios, íntegros de otros tiempos, diciendo que ya no hay ejemplares como aquellos. Partiendo de la base de que cada mujer, cada hombre es irrepetible, sin embargo, no le concedemos la suficiente atención a la época. Quizás, en esos tiempos, de más libertad; sé que algún amable lector me saltara a degüello, el hombre notable, hecho a sí mismo tenía el margen para desarrollarse. Si entonces, podemos decir que la represión era, en todo caso física, hoy en día es moral; la tiranía ideológica a que hemos sucumbido los occidentales, hace que las masas se constituyan en represoras. Los gobiernos no tienen más que airear falsos mantras que calen en la sociedad. Hoy todo está pautado, repleto de normas a cuál más absurda, constriñe y anula la libertad del individuo.
Perico Delgado, ese otro gran ciclista metido a comentarista de Vuelta Y Tour, durante algunos años, lo invitaba en el plató a comentar alguna etapa de la Vuelta. Siempre recordaré, cómo se maravillaba del equipamiento actual, evocando que en sus tiempos los maillots eran de lana. No corras mucho, hijo – le dijo su madre cuando fue al primer Tour. Su barrita energética era la carne de membrillo y nunca renunció al vinillo de Valdepeñas. ¡Hombres de otros tiempos!
He conocido la muerte del Águila de Toledo por la radio del coche, viajando por su tierra manchega. Una humedad imparable en mis ojos, me ha acompañado largos kilómetros. No sé por qué; la emoción sacude fuerte incluso rodando a cien kilómetros por hora.
Descanse en Paz el Águila de Toledo.
Manuel Salvador Redón. Agosto de 2023.