La Igualdad
Se habla tanto de Igualdad que, a menudo y cada vez más, se olvida o se desconoce su significado. Las palabras, todas bellas, tienen, según la lingüística, su fonética, su fonología, morfología, sintaxis y semántica, principalmente. Y es curioso que siendo la lingüística una disciplina de letras, sus titulares se consideren científicos. Pero ese es otro cantar. Afortunadamente para las palabras, de las cinco disciplinas anteriormente citadas, las cuatro primeras se dejan para los especialistas, pero en cuanto a la semántica, o significado, para andar por casa, hay muchas e invasivas injerencias.
Lo peor que le puede ocurrir a una palaras es convertirse en etiqueta, o aún peor, en rótulo de ministerio; va a ser maltratada. Pero claro, la palabra es la que es; me viene a las mientes la letra de la canción de Quilapayún que, según leo es elrescate de una cancioncilla que fue muy popular durante nuestra guerra civil de la primera mitad del siglo pasado: Qué culpa tiene el tomate / que está tranquilo en la mata / y viene un hijo de puta /y lo mete en una lata / y lo manda pa Caracas.
En general, los Apostolados, más beligerantes por una supuesta igualdad, parten del hecho de intentar forzar una desigualdad, donde a priori no la hay y, a partir de ahí proponer unas medidas correctoras, harto agresivas, en las que, para primar a un colectivo, se discrimina al resto de la humanidad, salvo a aquellos, que formando parte del resto de la humanidad, a su vez, sean asimilables a otro colectivo que también se desee primar y que, a buen seguro, entrará en competencia con el anterior.
En esta carrera de obstáculos que es la vida, se le asigna condición de minusvalía a ciertos colectivos, a quienes se les da muchos metros de ventaja, cuando no, se les pone directamente al otro lado de la meta. Por ejemplo, al 51% de la humanidad; las mujeres. Las mujeres, como los hombres nacen, nacemos plenos y plenos de facultades y posibilidades, salvo impedimento. Además, las leyes y nuestro ordenamiento así lo amparan. Por lo tanto, estas medidas correctoras destruyen, pulverizan, aniquilan el principio de Igualdad. El legislador y aquí deducimos que se trata del legislador varón, quiere ganar el premio y añade que, además, para acceder a ciertos empleos públicos, se primará de forma añadida, a las mujeres que hubieran sido objeto de violencia de género. ¿Ha pensado el legislador varón, pues me cuesta creer que se trate de la legisladora mujer, lo que puede suponer para una mujer, así maltratada, ir aireando su dolor, su circunstancia…?
El año pasado se convocó un concursillo literario cuyas obras seleccionadas pasarían a formar parte de un libro que constaría de cinco capítulos; en cada uno de ellos un cierto número de obras de diferentes autores. Los capítulos propuestos fueron los siguientes:
Como denominador común: Cada vez más iguales…
Capítulo I. En género
Capítulo II. Sin importar el origen.
Capítulo III. En Capacidad.
Capítulo IV. En oportunidades.
Capítulo V. Sexual.
Sé que a muchos les costará creer tal convocatoria, a otros quizás no, pues vivimos los tiempos que vivimos. La reacción primera de quien les escribe fue la de dejarlo pasar, pues, a priori, lo le veía la menor opción de creatividad a tan truculentas propuestas. No obstante, medité sobre ello. Había un mes concreto para cada uno de ellos.
Al cabo de un tiempo, vi que al primer enunciado, se le podía dar la vuelta y la musa se me apareció generosa. Presenté el escrito. Llegó el mes siguiente, octubre para más datos y el escribidor pensó: más de lo mismo, pero de nuevo, la musa se presentó con un giro nuevo y así sucesivamente. Presenté un escrito para cada capítulo. No sé la suerte que han corrido los escritos enviados, quizás estén todavía en fase de deliberación. No albergo grandes ni medianas esperanzas de ser seleccionado, pues ninguno de ellos sigue los dictados de lo llamado políticamente correcto, esto es; del Pensamiento Único.
Es por ello que me propongo publicarlos en este blog, uno por semana, por si alguien los pudiera leer y así comprender, quizás, que las cosas, tal vez, no son como nos las cuentan y que el bien común que nos anuncian, no es la razón última que se pretende. O tal vez sí.
El Morocho del Abasto.