Paco Ibáñez à l’Olympia (de Valencia). Mayo de 2016
Los horarios de inspiración europea parece haberse instalado ya a perpetuidad en nuestro globalizado país, incluso en la libertina Valencia tan trasnochadora, según fama. Entrar a las ocho de la tarde en un teatro, con la estación primaveral bien adelantada, en la luminosa ciudad, produce una sensación inquietante, como de no haber concluido el ciclo del día. El fan entregado transita del sol, aunque oblicuo, siempre poderoso, a la penumbra rojiza sin más transición que la del vestíbulo de entrada.
“Al menos es un teatro”, razona nuestro corifeo. Hay una tendencia denigrante a programar actuaciones de artistas melódicos en pabellones de deportes y otros locales impropios. Aprobado el local, no quedaba sino comprobar el vaticinio apriorístico. No defraudó: algún exjefe de estudios, viejos estudiantes, el abanderado de la ciudad anfitriona…; reductos de la gauche divine.
(ESTE ARTICULO SE ESTA ESCRIBIENDO, AUNQUE INCONCLUSO, SE HA DECIDIDO DAR ESTE ADELANTO)
TAMBIEN DECIDIMOS RETIRARNOS A DESCANSAR, ACASO TRAS EL REPOSO VUUELVA LA INSPIRACION.